
La directora de la biblioteca, Pepa González, me honró con una generosa presentación. Por sorpresa, mi entrañable amigo Juan Sáinz también pidió decir unas palabras introductorias, cuya evidente exageración (me comparó con Superman o con Goku), se disculpan porque están dictadas por el cariño. Fueron muchos los buenos amigos que llegaron a la biblioteca a compartir conmigo la puesta de largo del libro; muchos los abrazos y las charlas de complicidad. Después del largo silencio poético que me han impuesto la pandemia primero, y más adelante las circunstancias familiares, volver a recitar entre amigos fue rejuvenecer varios años en un momento.
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