domingo, 14 de octubre de 2012

PRESENTACIÓN DE LEYENDA URBANA EN JEREZ DE LA FRONTERA


El pasado viernes, 12 de octubre, celebramos el día de fiesta asistiendo al nacimieto público de Leyenda Urbana; es decir, a su presentación en Jerez de la Frontera, sede de la Editorial Origami.

Ha sido un parto doble, ya que en el mismo acto se presentó Nacido a partir del polvo de la tierra, de Chencho Ríos. La presentación estaba prevista en el Ayuntamiento de Jerez, pero ajustes de última hora hicieron que el acto se trasladara a la plaza del Arenal, junto a las casetas de la Feria del Libro. Y creo que salimos ganando, porque como comentó la gran Dolors Arberola, que también estuvo presente, la poesía se lleva mejor con la calle que con los palacios.

Es muy agradable que la poesía se mezcle con la calle, con la vida cotidiana. Y vaya si lo hizo el viernes. Como decorado teníamos un tiovivo enorme justo a la espalda, y niños con bicis, familias paseando... Incluso hubo que parar el recital unos minutos porque pasaba a escasos veinte metros la procesión de la Virgen del Rosario, con su banda de música y todo.

El acto estuvo presentado por Pedro Sánchez Sanz, prologuista de los dos libros que se presentaban, y lo planteó como un combate de boxeo, en el que los púgiles, Chencho y yo, en vez de golpes, intercambiamos poemas. Me encantó descubrir los poemas de Chencho (que, además de poeta, es pintor e ilustrador). Es un autor potente, alucinatorio, de palabra hipnótica.

A pesar de estar en medio de la calle, el público (y se formó un grupo nutrido alrededor de nosotros) mantuvo una respetuosa actitud de silencio y atención. Fue un ambiente muy agradable. Cerraron el acto Antonio Huerta y Dolors Arberola, leyendo un poema cada uno.

Y en la presentación pasó una de esas cosas que hacen que merezca la pena escribir poesía. Una chica, que casualmente pasaba por allí dando un paseo en bici, se paró a ver qué pasaba, y, sin bajarse de la bici, se quedó a ver casi todo el recital, siguiendo con interés cada poema que se leía. Se marchó un poco antes de que acabásemos. Pero, cuando ya habíamos terminado y se estaban cerrando las casetas de la Feria, volvió a pasar la chica, se paró, dijo que le había encantado lo que había oído, y preguntó si se podía adquirir el libro. Hubo que sacarlo de una caseta ya apagada y recogida para que se lo llevara. Son las alegrías que da la poesía cuándo se saca a la calle. 


2 comentarios:

  1. al final merecen la pena las palabras.
    Y los días.

    Me alegro de que lo vivieras así de bien..

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  2. Claro que todo merece la pena, amiga. Un millón de gracias

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