Para que un libro de poemas tenga
profundidad no tiene por qué ser difícil de leer. Para que un libro de poemas
sea sencillo no tiene por qué ser superficial. Es posible encontrar el
equilibrio entre contenido intenso y formas accesibles. Y buena muestra de ello
es Carmelo González, y su nuevo libro, Pequeños poemas de amor escritos ya mil veces (Edit. Lastura, 2018).
Como indica su título, este libro
es pequeño, en más de un sentido. No son muchos los poemas que contiene, la
mayoría son breves; y su contenido es una reivindicación de lo pequeño, una
renuncia consciente a la grandeza, a las pretensiones, a favor de la cercanía y
la sencillez.
En consonancia con ello, la
editorial ha elegido un formato más pequeño de lo habitual. Han creado un
volumen manejable, fácil de llevar en un bolsillo o una mochila, invitándonos
así a que el libro nos acompañe, y revisitemos sus poemas con frecuencia.
Hay otros dos elementos que
también sugiere el título, y que están muy presentes en el poemario. Por una
parte la ironía, una ironía sutil, pero a la vez muy afilada. Y por otro la
humildad. Carmelo no pretende haber inventado nada original. Al proclamar que
sus poemas están “escritos ya mil veces” reconoce que beben de “sus” clásicos,
de los poetas que lee y admira, tanto de siglos pasados como contemporáneos. Y
deja constancia de esos poetas en las citas que encabezan la mayoría de los
poemas, en las que aparecen nombres como Neruda, Bécquer, Cernuda, Lorca, Luis Alberto de Cuenca o Silvio Rodríguez
La ausencia de pretensiones, la
ironía, la humildad, hacen que en ocasiones sintamos que lo que tenemos en las
manos es un juguete, un divertimento. Pero siempre construido desde un profundo
respeto al lector y a la poesía como concepto.
En este su segundo libro, Carmelo
consolida los rasgos de su voz poética que ya apuntaba en Exorcismo para todos
los demonios: Vocabulario muy sencillo, pero correcto, limpio y rico; métrica
muy cuidada, que confiere a los poemas una musicalidad suave, sin estridencias;
y un contenido cercano, cotidiano, amable, perfumado por momentos de humor,
pero que –como un lago que oculta remolinos y turbulencias bajo su superficie
en calma- lleva en su interior hondas reflexiones, dolor antiguo, a veces
desgarrado, y cargas de profundidad crítica.
Aunque, en realidad, la
literatura trata sólo de dos temas, Eros y Thanatos, amor y muerte, hace falta
valentía para escribir un nuevo libro que explícitamente tome el amor como eje.
Carmelo lo hace y sale airoso. Podríamos corregirle, y decir que el tema de su
libro es el desamor, a veces doliente, a veces encarado con resignación, e
incluso con alivio.
Cada vez son más necesarias
propuestas como esta, de literatura fresca, accesible, fácil de leer, pero con
hondura y calidad, que nos acompañe en el día a día, y que tienda puentes para
ayudar a entender y a amar la buena poesía.
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