lunes, 3 de septiembre de 2018

CARMELO GONZÁLEZ O LA POESÍA DE LO PEQUEÑO


Para que un libro de poemas tenga profundidad no tiene por qué ser difícil de leer. Para que un libro de poemas sea sencillo no tiene por qué ser superficial. Es posible encontrar el equilibrio entre contenido intenso y formas accesibles. Y buena muestra de ello es Carmelo González, y su nuevo libro, Pequeños poemas de amor escritos ya mil veces (Edit. Lastura, 2018).
 
Como indica su título, este libro es pequeño, en más de un sentido. No son muchos los poemas que contiene, la mayoría son breves; y su contenido es una reivindicación de lo pequeño, una renuncia consciente a la grandeza, a las pretensiones, a favor de la cercanía y la sencillez.
En consonancia con ello, la editorial ha elegido un formato más pequeño de lo habitual. Han creado un volumen manejable, fácil de llevar en un bolsillo o una mochila, invitándonos así a que el libro nos acompañe, y revisitemos sus poemas con frecuencia.

Hay otros dos elementos que también sugiere el título, y que están muy presentes en el poemario. Por una parte la ironía, una ironía sutil, pero a la vez muy afilada. Y por otro la humildad. Carmelo no pretende haber inventado nada original. Al proclamar que sus poemas están “escritos ya mil veces” reconoce que beben de “sus” clásicos, de los poetas que lee y admira, tanto de siglos pasados como contemporáneos. Y deja constancia de esos poetas en las citas que encabezan la mayoría de los poemas, en las que aparecen nombres como Neruda, Bécquer, Cernuda, Lorca, Luis Alberto de Cuenca o Silvio Rodríguez


La ausencia de pretensiones, la ironía, la humildad, hacen que en ocasiones sintamos que lo que tenemos en las manos es un juguete, un divertimento. Pero siempre construido desde un profundo respeto al lector y a la poesía como concepto.

En este su segundo libro, Carmelo consolida los rasgos de su voz poética que ya apuntaba en Exorcismo para todos los demonios: Vocabulario muy sencillo, pero correcto, limpio y rico; métrica muy cuidada, que confiere a los poemas una musicalidad suave, sin estridencias; y un contenido cercano, cotidiano, amable, perfumado por momentos de humor, pero que –como un lago que oculta remolinos y turbulencias bajo su superficie en calma- lleva en su interior hondas reflexiones, dolor antiguo, a veces desgarrado, y cargas de profundidad crítica. 

Aunque, en realidad, la literatura trata sólo de dos temas, Eros y Thanatos, amor y muerte, hace falta valentía para escribir un nuevo libro que explícitamente tome el amor como eje. Carmelo lo hace y sale airoso. Podríamos corregirle, y decir que el tema de su libro es el desamor, a veces doliente, a veces encarado con resignación, e incluso con alivio.

Cada vez son más necesarias propuestas como esta, de literatura fresca, accesible, fácil de leer, pero con hondura y calidad, que nos acompañe en el día a día, y que tienda puentes para ayudar a entender y a amar la buena poesía.



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