Mis amigas Lidia López e Isabel Miguel, de editorial
Lastura, me hacen entrega oficialmente de mi LIBRO DE HORAS, que han acogido
como suyo, y han sacado a la calle en una edición magnífica.
El salón de actos de la Biblioteca de Móstoles es durante un
par de horas la sala de estar de mi casa.
Mi amigo Vicente Zaragoza hace una presentación de mi libro
llena de cariño, amena y muy elaborada, en la que incluso leyó un documento
apócrifo, lleno de citas en latín, que hablaba de mi libro (las citas en latín,
por supuesto, las redactó él mismo).
Mi amiga Eva Hurtado me manda un mensaje, un par de horas
antes de empezar, diciéndome que ya tiene el libro (que aún no ha salido a la
venta), porque no podía esperar más y lo ha pedido a la Editorial por Internet.
Mi amigo Carmelo González cambia su turno de trabajo para
acompañarme en la presentación de mi libro.
Mi amigo Manuel Guerrero intenta viajar de Cabra (Córdoba) a
Móstoles (Madrid), únicamente por acompañarme, y sólo una cita médica de última
hora se lo impide.
Mis cuñados/hermanos Cristian, Marta, Ainhoa y Ana hacen un
esfuerzo para acompañarme y que mis niñas, Haizea y Valeria, estén cerca.
Mi amiga Edith Checa, y su marido Ricardo Montecatine,
montan una odisea para llegar a Móstoles y acompañarme pese a no tener coche. Y
después Edith lee por sorpresa uno de mis poemas, con la voz entrecortada por
la emoción, y dice que tiene la sensación de haber escrito ella misma ese
poema.
Mi madre y mi mujer (“Las dos alas” llamó a su mujer y a su
madre Dámaso Alonso) me arropan desde la primera fila, con los ojos turbios de
lágrimas.
¿Entendéis por qué me siento el tipo más feliz y afortunado
del mundo?
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