En mayo de 2014 Pilar y yo
pasamos unos días en el norte. En ese viaje, entre otras cosas, visitamos el
monasterio de Silos, y las pinturas rupestres de las cuevas de El Castillo y
Las Monedas en Cantabria. Me conmovió la sensación de que en el monasterio románico
y en las cuevas prehistóricas, pese a estar separadas por miles de años, se
respiraba una atmósfera similar de calma, de introspección, de misterio. Esa
sensación me provocó la necesidad de contar algo, aún no sabía muy bien qué.
Un par de semanas después vi por
azar, en un estante, un viejo Libro de Horas Litúrgicas (que recoge las
oraciones que hay que rezar en cada momento del día). Entonces supe que ése
sería el recipiente perfecto en el que volcar lo que, desde el viaje al norte,
se me estaba moviendo por dentro.
La elección del contenedor dictó
en gran parte cómo sería el contenido, dio forma y estructura a lo que hasta
ese momento había sido una nebulosa en mi cabeza.
Así, empecé a elaborar poemas que
se ordenasen en torno a las horas litúrgicas, en los que pretendí encerrar la
atmósfera de espiritualidad y silencio del monasterio y de las cuevas. El
concepto de las horas propició además una reflexión sobre el paso del tiempo.
Ha sido un trabajo lento, reposado, muy disfrutado, de mirar dentro, en el que
me he permitido algunos juegos, como las ilustraciones que acompañan a los
textos, o los guiños con los números, para evocar las horas (Cuatro partes,
encabezada cada una por tres citas, doce poemas en cada parte…).
Y al fin, tres años después, por
obra y gracia de la editorial Lastura, aquella idea nebulosa se convierte en
libro, en Libro de Horas. Llega el momento de que lo que hasta ahora ha sido
una experiencia íntima salga al encuentro de todos.
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