Entonces uno de ellos, el que en la Noche de Reyes más baila y más caramelos tira, vio algo perfecto, y salió corriendo a decírselo a sus jefes: “He visto a un hombre bueno: estaba en la cama de una clínica, y su alma era una joya preciosa. Ese es el regalo ideal”. Los Magos de Oriente tomaron nota, y aquel 6 de enero, después de recorrer todas las casas dejando juguetes, acudieron junto a la cama del hombre bueno, recogieron su alma, y fueron a llevársela al Niño.
Y cuenta la leyenda que, acostado en su pesebre, el Niño tomó aquella alma con cuidado entre Sus manos y fue feliz con Su regalo. Por eso, los que conocimos y quisimos al hombre bueno, los que llevamos su sangre, cada vez que miramos un Belén y vemos sonreír al Niño, sabemos que es porque tiene el alma del hombre bueno en Sus brazos, y eso nos hace felices.
Mi padre falleció el 6 de enero de 2006.
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