viernes, 28 de octubre de 2016

EN EL COLEGIO MATER PURISSIMA


Llegar al salón de actos de un colegio. Ver que tres profes se han tomado la molestia de pedir tu libro por correo, y que lo tienen, lo han repasado y te lo comentan con cariño. Que lleguen setenta chicos y chicas de diez años, revoltosos y alborotados como es su obligación. Empezar a recitar poemas (que no están escritos para niños), y que te escuchen con atención y respeto; que aplaudan y se rían al final de cada uno. Que comenten con entusiasmo cada cosa que dices, que te pregunten cosas, que cada vez que preguntas tú algo se levanten un montón de manos, y estén deseando darte su opinión y sus ideas. Que si pides voluntarios para leer poemas en voz alta salgan varios. Que cuando termina el acto los chavales se te acerquen para seguir preguntando o comentando. Eso es lo que me pasó ayer en el Colegio Mater Purissima de Madrid, con los chicos y chicas de quinto de primaria. Eso es de las cosas que hacen que siga mereciendo la pena esto de la poesía.

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