El viernes tuve el orgullo de acompañar a mi buen amigo Manuel Guerrero Cabrera, en la presentación en Lucena de su libro Las Salinas del Aliento. Cuando empecé a leer el libro, hace unas semanas: tuve que contenerme para no echarme a llorar de la emoción.Y eso me pasó de nuevo en el acto de presentación en la lucentina Casa de los Mora: Me emocionó que la mesa estuviera presidida por dos peluches. Me emocionaron los poemas que leyeron Manuel, José Manuel Pozo Herencia y Ana Romero. Me emocionó hasta tener que tragarme las lágrimas el tango que cantó a capella Sensi Budia. Y, sobre todo, me emocionó volver a ver a Malena, el alma mater del libro, con su pelo rubio y su contagiosa risa de bebé. Debo estar haciéndome viejo, y eso me está ablandando el lacrimal.
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