El día en que comenzó el siglo XXI,
ese día en que las torres más altas cayeron,
ningún héroe llegó volando
a desviar los aviones;
ninguno sostuvo edificios
sobre sus hombros hercúleos.
Y, en medio de los escombros y la ceniza,
del desconcierto y del horror estupefacto,
ese día supimos que, en el siglo XXI,
íbamos a estar solos.
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