De vuelta de Voces del Extremo, mi primera vez en uno de los encuentros poéticos con más recorrido y prestigio. Ya se ha dicho mucho de lo agradable que es convivir con tantos (y tan buenos) poetas, llegados de todas partes, de lo mucho que se aprende escuchando a voces tan distintas (muchas de gran calidad literaria), de lo divertida que es una fiesta de poetas (comer, beber, bailar, reírnos...), así que no insistiré en eso, sino que comentaré mis sensaciones personales.
Me encantó reencontrarme con entrañables amigos de Sevilla, así como con nuevos amigos (que comienzan también a ser entrañables) de Madrid, y ver que son amigos entre ellos. Me hizo mucha ilusión, por ejemplo, ver como Bernardo Santos (al que conocí en el Centro Ángel Leiva de Sevilla) entregaba el premio Corazón Arcaico a Inma Luna (a la que conocí recitando en un bar de Lavapiés).
Cuando llegué a Moguer, llevaba cuatro meses de trabajo duro y estresante, que no sólo me habían agotado físicamente, sino que me habían minado la moral. Llevaba varias semanas diciendo con tristeza que ya no sentía ilusión en recitar en público. Y, en los minutos previos a que me llegara mi turno, sentía un estado de nervios que me revolvía el estómago. Pero, cuando salí a recitar, al verme rodeado de un público atento y cariñoso (del que formaban parte alguno de los nombres más destacados de la poesía actual), en un lugar lleno de encanto (el patio de la casa de Juan Ramón), las palabras empezaron a salir solas, y volví a sentir eso de que recitar para los demás tiene algo de fascinante. Volví a mi silla a punto de echarme a llorar, repitiendo una y otra vez, como si estuviera borracho, dos frases: "Me encanta recitar en público" y "Lo otro es lo que hago, esto es lo que soy".
La presión laboral casi consigue arrebatarme la poesía, pero Voces del Extremo me la ha devuelto.
Yo soy una mala persona, lo reconozco. Yo te conocí en Lavapiés y me gustaste y te vi en Moguer y, altiva y antipática, no te saludé y, luego, te vi recitando y te re conocí, jajaja, y a punto estuve de interrumpir tu recital: Antonio!!!! Pero, es peor la cosa de lo que pensaba, he visto en fb que ya me habías avisado de tu viaje. Soy mala, mala, mala, ay madre, que, de esta, me quitan la chaquetilla. Estuviste genial Antonio, tu recital en ese patio nos encandiló, te despejó de números y papelajos y te reconcilió con esa parte de ti que tanto agradecemos. Un beso fuerte.
ResponderEliminarUn oficial del ejército tibetano como tú se lo puede permitir todo, Inma. Lo importante es que al final nos conocimos, nos reconocimos y nos reímos un buen rato... Y no eres mala, eres muuy buena. Me gustó mucho oírte recitar. Tú fuiste buena parte de esa magia que trajo a la poesía de vuelta.
ResponderEliminarY por supuesto, muchas gracias por tus palabras. Lo de genial me viene muy grande, pero me encanta porque sé que viene del cariño. Un beso enorme para ti.