De chaval, lo confieso,
me gustaban los ganadores
(he de decir en mi descargo
que entonces creía que el bueno siempre gana).
Pero, con el tiempo,
me he vuelto partidario del Coyote,
de los confederados, del Betis,
de ese japonés
que sigue defendiendo su isla desierta
años después de que la guerra haya acabado.
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