MACONDO ESTÁ EN GALICIA
Hace unos días asistí en el Ateneo de Madrid a la
presentación de la “Guía viva de ortodoxos y heterodoxos en la poesía gallega
contemporánea”. Como siempre llegué tarde (los horarios de trabajo y la lejanía
de Móstoles a Madrid me obliga a llegar tarde a casi todo lo que se hace en la
capital). Cuando entré en el solemne salón de actos ateneísta, una poeta cuyo
nombre lamento no recordar estaba diciendo que, como gallega, tenía una anciana
de luto sentada en el alma que la hacía sembrar tomates, mirar al mar y hablar
con los muertos. A partir de ese momento el aire comenzó a espesarse, poblado
por las imágenes que iban dejando un poeta tras otro: cortejos fúnebres,
caminos empedrados, mar, lluvia, silencio, bacalao con coliflor, nostalgia del
pasado, contrabando…
Y después del acto, la obligada cerveza entre poetas
(a veces creo que vamos a las presentaciones sólo por esa cerveza de después).
En ella, Antonino Nieto, el antólogo de la monumental antología de poetas
gallegos (más de noventa autores y casi novecientas páginas), siguió
rememorando sus recuerdos de infancia (“de cuando yo era muy mayor” dice él) en
su Galicia natal –que, al parecer, Antonino es gallego, aunque siempre se
esfuerza en mantener cierto misterio sobre el lugar “donde le nacieron”-. De
ese modo nos fue hablando de los contrabandistas, que pasaban café, bacalao o
cobre; del barquero que pasaba a Portugal cruzando el río con su pértiga; de
los camiones de castañas que se traían de las montañas; de los que trabajaban
el campo, que solían ser portugueses huidos de su país para no ir a la guerra
de Angola; de aquel hombre que bajaba de vez en cuando al pueblo, montado a
caballo, con un sombrero imponente; de la loca que se hacía un arroz con
bacalao en una vieja lata de atún de a kilo, sobre un fueguecito hecho en medio
de la calle, y que jugaba con los chiquillos; de los entierros que pasaban por
la puerta de su casa, y de cómo él a veces hacía en ellos de monaguillo,
llevando una campanilla que debía tocar una vez cada veinte pasos…
Quizás ayudó el vaso de rioja que tomé, o la
borrachera de imágenes envueltas en bruma, o el hecho de que el libro que hay
ahora en mi mesita de noche es “Todos los Cuentos” de Gabriel García Márquez.
Pero desde hace unos días tengo un hondo convencimiento: Macondo está en
Galicia.
“Guía
viva de ortodoxos y heterodoxos en la poesía contemporánea gallega. Apuntes
para no disolverse en la común semilla del tiempo” Edición de Antonino Nieto. (Endymión,
2012)
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